¿Qué sucede cuando se llega a un estado de conciencia en el que todas las posibilidades existen simultáneamente?
- Alan Beckdorf
- 2 may
- 3 Min. de lectura
Llegar a un estado de conciencia en el que todas las posibilidades existen simultáneamente no es una fantasía espiritual. Es una experiencia real, profunda y poderosa que ocurre cuando logras salir de la linealidad del pensamiento, del tiempo y de las limitaciones del yo racional. Es el acceso consciente al campo cuántico, a ese espacio donde todo es y nada está definido… hasta que tú lo eliges.
En ese estado, ya no ves la vida como una secuencia de causas y efectos. No te percibes como alguien atado al pasado ni condicionado por las circunstancias. Te ves como lo que verdaderamente eres: conciencia pura, creadora, infinita. Y ahí ocurre un cambio radical en tu forma de existir. Porque te das cuenta de que no estás destinado a una sola línea de tiempo, ni limitado por una única opción. Todas las realidades posibles están disponibles… ahora.
Este nivel de conciencia no se alcanza con esfuerzo, sino con presencia. Se experimenta cuando logras entrar en un estado interno de quietud absoluta, de coherencia vibracional, donde el juicio se detiene y el “yo” se disuelve. Puede ocurrir durante una meditación profunda, en un momento de revelación silenciosa o en estados de alta frecuencia emocional, como el amor incondicional, la gratitud total o la rendición completa.
Y cuando entras ahí, comprendes que el universo no es algo que está “afuera”. El universo eres tú, en todas sus versiones. Tú eres el canal por el que se colapsa una posibilidad entre todas las existentes. Y esa posibilidad no es más “real” que las otras. Solo es la que estás eligiendo sostener con tu atención, tu emoción y tu creencia.
Desde este estado, el tiempo se vuelve irrelevante. No necesitas “esperar” a que algo ocurra. Sabes que todo ya existe, y solo estás ajustando tu frecuencia para alinearte con una posibilidad específica. Es como cambiar de estación en una radio: no tienes que construir la música, solo tienes que sintonizarla. La realidad se comporta igual.
También entiendes que los límites son ilusiones mentales. Que no estás separado de lo que deseas. Que no hay distancia entre tú y tu visión, salvo la que creas al dudar. Y que cada decisión, cada pensamiento, cada emoción que eliges es una forma de seleccionar cuál versión de la realidad vas a experimentar.
Pero esto no te vuelve pasivo. Al contrario. Te llena de un poder silencioso, inquebrantable. Porque ya no luchas por controlar la realidad. Te alineas con ella. Ya no pides desde la necesidad. Manifiestas desde la certeza. Ya no actúas desde la carencia, sino desde la conciencia de que todo ya está dado… y tú decides cuándo recibirlo.
Este estado no es permanente, pero puedes entrenarte para habitarlo con más frecuencia. Meditación, respiración consciente, visualización con emoción profunda, expansión de tu autoconcepto, rendición del ego… todo te lleva de vuelta al mismo lugar: el ahora cuántico. Donde el tiempo se colapsa, el espacio se vuelve relativo y el ser se convierte en creador consciente.
¿Y qué sucede cuando empiezas a vivir así? Todo. Literalmente, todo cambia. Porque ya no reaccionas ante la vida. La eliges. Ya no te limitas por lo que ves. Sabes que lo que ves es solo una versión entre muchas. Y puedes elegir otra. Ya no necesitas pruebas externas para confiar. Confías… y las pruebas llegan.
Comienzas a experimentar sincronicidades, oportunidades que aparecen “de la nada”, ideas que te atraviesan como descargas, relaciones que vibran contigo, caminos que se abren sin esfuerzo. Y todo parece mágico. Pero no lo es. Es cuántico. Es el resultado de haber salido del modo supervivencia y haber entrado al modo creación.
Estar en este estado es recordar tu verdadera naturaleza. No eres solo cuerpo, mente y emociones. Eres conciencia en expansión. Y desde ahí, puedes colapsar cualquier realidad que esté alineada con tu verdad más elevada. El límite no es el mundo. El límite es tu percepción de lo que es posible. Y cuando ese límite desaparece, entras en el terreno de lo milagroso… que en realidad, es tu estado natural.
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